imagen:calber
El pensamiento precede a la acción, pero a veces también la bloquea.
Vivimos en una sociedad saturada de información y estímulos que
paradójicamente nos desmotiva. Vivo buscando obstáculos en la
trayectoria de la embarcación, mido la profundidad del agua, viro el
timón en el puente de mando, hago uso del equipo de emergencia según las
órdenes de mi supuesto capitán, despliego y aparejo la carga. Todo de
forma automática.
Los pensamientos pasean por mi cabeza a una velocidad descomunal que a
veces no soy capaz de asimilar. Esto, como todo, tiene partes positivas y
negativas. La parte mala es la procrastinación, pensar mucho y hacer
poco, no saber por donde tirar. Por eso uso papel y lápiz o las notas
del móvil, todo para que las ideas no se pierdan. Vuelvo al curro otra
vez de forma autómata, repaso: Hacer guardia en la proa para localizar
boyas y faros, estar pendiente del timón, verificar la precisión del
rumbo, eliminar el óxido, tratar y pintar los laterales del barco, hacer
una revisión general de los botes salvavidas, colocar y arriar la
bandera.
Aunque algunas tareas parezcan imposibles, todo es ponerse. La clave
está en “hacer”, pensar menos y hacer más. Y no perder la cabeza.